desde
mi destierro voy soltando las noches que llevaba amarradas a la garganta
mis
pies contra el pavimento en la constante guerra de desarme
mientras
resuena su sinfonía de techos bípedos y madera húmeda
sin tanto aire se volvieron signos imborrables e insignificantes.
sobre ese
montón estoy sin mañana.
tumbada, errante, de espaldas.
y la
lira sin templo,
con piedrecilla
en la boca, raíces mal cortadas y tinta de máquina.
goteando
savia y riendo a causa de su derrame.
pero ya es
veintiuno.
se
acabó el frío y con ello las hojas secas.
también se puede oír a lo lejos un
terror de puertas
violándose sin deseos
un terror de manos
violándose sin deseos
violándose sin deseos
un terror de manos
violándose sin deseos
mercurio.
pienso;
pienso;
en la dosveintitrés dirección diego
silva,
con la sien izquierda sobre el
vidrio inestable;
¿y si -no
tarde- hubiese leído la sección noventa
de la
edición dominical?
críptico, como tu cabello resuelto
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